En toda España, y fuera de ella a través de muchos de los que nos visitan, es conocida la bondad de un producto único cuyo origen se remonta a tiempos medievales. Nos referimos al mazapán, joya de la confitería toledana. Esa magnífica combinación de almendras y azúcar es un deleite para todos los golosos, y también para los que no lo son. Además es un importante recurso económico para la ciudad de Toledo pues su demanda se extiende lejos del ámbito local, especialmente en Navidad.
Su historia es antigua pues, ya en el siglo XVII, el importante gremio de confiteros se dotó de ordenanzas en las que se trataba del mazapán. Pero este manjar ya aparecía descrito en otros libros anteriores.
No sabemos cuándo empezaron a utilizarse cajas para su transporte y comercialización pero de ello hace ya siglos pues, en 1770, un vecino llamado Diego Fernández hizo una declaración fiscal indicando que vivía solo de “hacer cajas para mazapanes”, posiblemente de madera. Y sabemos que con esa masa excelsa se hacían todo tipo de figuras como nos cuenta el toledano Miguel de Baeza en su obra Los cuatro libros del arte de la confitería, publicada en 1592.
El uso de cajas circulares pudo extenderse ya avanzado el siglo XIX al popularizarse la elaboración de anguilas de mazapán. De ello dio cuenta Galdós. Al parecer fue el obrador de Cipriano Labrador, ubicado en la plaza de la Magdalena, el que inició esta tradición.
El Archivo Municipal ha querido homenajear a este producto y a los que lo elaboran ofreciendo una muestra de cajas de mazapán datadas, la mayoría, en la primera mitad del siglo XX. La más antigua tiene forma rectangular y es metálica. Contenía dulces producidos por el obrador de José de los Infantes, ubicado en la cuesta de Belén, hacia 1910. Todas las demás son circulares, metálicas o de cartón, con medidas que van desde los 12 a los 42 cm de diámetro.
Los ejemplos expuestos en esta muestra provienen de varias confiterías toledanas como Santo Tomé, Casa Telesforo, La Imperial Toledana o La Fábrica de Harinas y Mazapán San José. Todas ellas adornaron sus cajas de mazapán con imágenes artísticas o fotografías de Toledo. Así reconocemos la silueta de la Puerta del Sol, la Puerta de Bisagra con personajes típicos, la iglesia de Santiago del Arrabal, el Puente de San Martín, la Catedral o las ruinas del patio del Alcázar. Entre los decoradores reconocemos la firma del pintor toledano Pedro Sánchez Colorado.
Solo nos queda agradecer la colaboración prestada en esta sencilla muestra y en este texto por Jaime Moraleda Moraleda, coleccionista de cajas de mazapán y experto en el Arte de esta ciudad única.
Mariano García Ruipérez