El verano en nuestra ciudad se caracteriza por unas altas temperaturas, por lo que no es inhabitual alcanzar algunos días los cuarenta grados. Ahora, el cambio climático está provocando que las olas de calor intenso se repitan más asiduamente.
En agosto en Toledo hace calor, mucho calor. Y también en julio… Al igual que en otras zonas del interior peninsular. Es algo característico de nuestro clima continental. Y esto ha ocurrido siempre. El uso en nuestras casas de aire acondicionado, de ventiladores eléctricos, de neveras… son “lujos” de los que se viene disfrutando, en muchos hogares, conforme ha ido avanzando la segunda mitad del siglo XX.
La desigualdades económicas y sociales también se reflejan en los mecanismos de lucha contra el calor a lo largo de la historia. El consumo de hielo hasta hace apenas un siglo estaba reservado a los más pudientes. Lo más común, cuando apretaba el Sol, era utilizar ropa más fresca, cambiar los hábitos de comida, bañarse en el río o en las albercas, beber agua de los botijos o sacada del aljibe, usar sombreros o gorras para proteger la cabeza, buscar la sombra, dormir la siesta… Y en las primeras horas de la noche, tomar el fresco en las calles o patios. Todo valía para intentar hacer más llevaderos unos días muy largos y calurosos.
En las viviendas se buscaba favorecer el paso del aire con la abertura controlada de puertas y ventanas y el uso de cortinas y persianas. Las que disponían de cuevas o sótanos garantizaban un lugar especialmente fresco, tanto para las personas como para los alimentos. La circulación del aire de forma natural, cuando se conseguía, era un buen aliado para rebajar la sensación de calor. Y esto se lograba de forma más directa con los abanicos, utensilio muy popular entre el público femenino desde tiempos inmemoriales que en el verano daba sentido a su principal utilidad.
Los estudiosos se refieren a su origen oriental. La extensión de su uso por China, Japón, India y Egipto permitiría después su llegada a la península merced a las relaciones comerciales entre las distintas partes del Mediterráneo a través de los fenicios y los griegos. Su bajo coste de fabricación y su carácter práctico facilitaría su propagación entre todas las clases sociales durante la dominación romana y en los siglos posteriores. El abanico plegable es posterior, pues algunos autores señalan que lo trajeron los portugueses en sus relaciones con Oriente ya en el siglo XVI. Los había de diferentes formas y materiales para adaptarse a los gustos y recursos del público. También sus elementos decorativos ofrecían notables variedades, pudiéndose encontrar auténticas obras de arte entre los poseídos por las familias más acaudaladas, que se servían de ellos como un elemento más de ostentación social. No tenían esa función los utilizados por las clases populares que los usaban para aliviarse del calor. Los más baratos eran sin duda los no plegables, conocidos en España como paipáis y definidos por la Real Academia Española como “abanico de palma en forma de pala y con mango, muy usado en Filipinas, y a su ejemplo en otras partes”.
Existen en España magníficas colecciones, tanto públicas como privadas, de abanicos de todo tipo. El Ayuntamiento de Toledo posee, procedente de la Colección de Luis Alba, un conjunto interesante de abanicos, datados entre principios del siglo XX y la actualidad, utilizados como elementos publicitarios por distintos establecimientos e instituciones de 54 localidades de nuestra provincia. La mayoría son paipáis, de diferentes formas y materiales. En sus anversos figuran imágenes relacionadas con la época en la que se fabricaron, con retratos de personajes de actualidad (deportistas, actores, toreros…) o escenas costumbristas. Y en sus reversos se recoge el nombre del establecimiento o institución, con algún dato básico, y el texto alusivo a lo que se quería promocionar. Lo normal es que estos paipáis publicitarios fueran regalados a los clientes que acudían a esos comercios. Confeccionados por imprentas especializadas de Madrid o Barcelona, y distribuidos a través de representantes y comisionados, la misma imagen podía servir para promocionar diferentes productos y servicios en poblaciones de cualquier parte de España. Solo había que cambiar el mensaje del reverso.
El abanico es un objeto que, por su sencillez y su utilidad, como la rueda o el tenedor, se ha extendido por todo el mundo. Usado en público o en privado, utilizado por mujeres o por hombres, sigue siendo una herramienta muy útil en el periodo estival para hacer frente al implacable calor.
Mariano García Ruipérez
Archivero Municipal de Toledo