ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, contribuye a la respuesta de emergencia en la ciudad de Mocoa, departamento de Putumayo, tras las devastadoras inundaciones del pasado 31 de marzo.
El pasado 31 de marzo los habitantes de Mocoa, en el sur de Colombia, fueron sorprendidos a media noche por el desbordamiento de tres ríos cercanos a la ciudad. Agua, lodo, troncos y piedras enormes sepultaron en minutos la vida, los sueños y todo lo que con esfuerzo miles de personas habían construido durante sus vidas. Un mes después de la tragedia los esfuerzos se centran en proyectos de estabilización y reconstrucción liderados por la institucionalidad local con el apoyo de la comunidad internacional y ONG locales.
Mocoa es la capital del departamento de Putumayo, en la frontera de Colombia con Ecuador y la habitan más de 35.000 personas. En las últimas décadas el municipio ha visto un crecimiento exponencial del número de habitantes debido, mayoritariamente, a la llegada de población desplazada víctima del conflicto armado que ha azotado al país durante más de 50 años. Miles de personas llegaron a Mocoa con la necesidad de encontrar un refugio seguro para vivir. Así, se crearon asentamientos humanos en lugares con una alta inseguridad e insostenibilidad ambiental.
Este es el caso de barrios como San Miguel, Los Laureles y San Fernando, ubicados en áreas de influencia de la quebrada La Taruca y el Río Sangoyaco, que ese sábado en la madrugada arrasaron con todo a su paso por Mocoa. “A eso de las 11 de la noche el agua se metió a nuestra casa, corrimos a socorrernos en la casa de dos pisos del vecino, en pocos instantes estábamos más de 50 personas allí, siendo testigos de cómo el agua, las piedras y los troncos devoraban nuestros esfuerzos. Allí vi como mi proyecto de vida se destruía por segunda vez”, relata don Olimpo Ruíz, quien en el año 2006 se desplazó a causa de la violencia que se vivía en el departamento del Putumayo. Hace 7 años regresó y logró montar un puesto de empanadas en un colegio de la ciudad, que le permitió ahorrar para construir su casa ubicada en el barrio Laureles, pero la avalancha se lo llevó todo.
Deisy Jamioy es otra de las personas víctimas de desplazamiento que resultó también afectada por la avalancha: “Me desplacé de Orito, Putumayo, por temor a los enfrentamientos entre el Ejército y la guerrilla. Aquí en San Miguel volví a coger confianza en mi vida cuando monté mi tienda, tenía buena clientela, sabía manejar créditos y en familia hacíamos que la casa creciera; un piso, luego otro y otro. Con la avalancha todo quedó sepultado y por eso cada vez que vengo aquí solo me quedan preguntas ¿Qué puedo hacer?, ¿Cómo reponer lo perdido?, ¿Cómo volver a recomponer todos estos años?” comenta. La historia de don Olimpo y Deisy se repite en cientos de familias que tras haber dejado todo en el desplazamiento, hoy se ven obligadas, de nuevo, a iniciar desde ceros.
Ante la devastadora situación, la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) ha acompañado desde el primer momento de la emergencia a las entidades del Estado encargadas de la respuesta, liderando el Equipo Local de Coordinación (ELC), un espacio donde agencias de Naciones Unidas, ONG internacionales y otras organizaciones de sociedad civil presentes en la zona se articulan para complementar la respuesta del Estado, intercambiando información sobre las necesidades de las comunidades e identificando vacíos críticos en las mismas. De esta manera, se activó la respuesta específicamente en temas de agua, saneamiento e higiene, albergue, protección, educación en emergencia, seguridad alimentaria y nutrición, manejo de información, salud y recuperación temprana, teniendo siempre en cuenta los enfoques étnico y de género.
Además de las labores de coordinación e incidencia, ACNUR ha brindado ayudas humanitarias a más de 900 personas que se encuentran fuera de los albergues y que permanecen aún en zonas afectadas. “Hemos brindado atención a población afectada por la emergencia, incluida población desplazada. Nuestra asistencia humanitaria se articuló en el marco del ELC, en coordinación con la institucionalidad del orden nacional, departamental y municipal. Principalmente hemos entregado elementos de aseo personal para hombres, mujeres y niños, así como colchonetas, cobijas, entre otros, a 984 personas aproximadamente en 10 comunidades y en su mayoría población desplazada”, explica Federico Sersale, jefe de la oficina de ACNUR Mocoa.
Como parte del trabajo articulado en el ELC, se ha logrado brindar también atención psicosocial a los afectados y se han proporcionado insumos para la recuperación temprana a través de proyectos productivos.
La esperanza de los mocoenses está en que con el apoyo del Gobierno y el mismo pueblo colombiano, que desde el inicio respondió de manera solidaria, puedan recuperar de manera digna y segura lo que perdieron con la avalancha, tal como lo menciona don Olimpo, que a pesar del daño sufrido ha estado cumpliendo con su labor de presidente de la Junta de Acción Comunal de su barrio, orientando a las familias de Laureles para que puedan acceder a las distintas ayudas humanitarias “Si Dios nos dio una nueva oportunidad para vivir, le pedimos al Estado que esta oportunidad sea de una forma digna y segura”, dijo.
Hasta el momento las cifras oficiales dan cuenta de más de 23.000 personas afectadas. Más de 320 personas han fallecido, otras 330 están heridas y 70 continúan desaparecidas.
Por: Oficina de Terreno Mocoa y Unidad de Información Pública, ACNUR Colombia.