Desde que Satoshi Nakamoto publicara su primera investigación sobre el sistema de encadenamiento de bloques ligado al bitcoin en 2008, las noticias sobre la tecnología blockchain son cada vez más frecuentes, ya no solo por la cotización de las nuevas criptomonedas o por el interés de las grandes empresas para el sector financiero, de las telecomunicaciones o de las aseguradoras, sino por las posibilidades múltiples que se empiezan a experimentar en el sector social, público o de la cooperación al desarrollo.
El pasado 24 de Enero, en el BBVA Open Space de Madrid, la empresa COMGO, junto a organizaciones como itwillbe, Cáritas, IBM, la fundación Botín o la Asociación Española de Fundaciones mostraron una serie de prototipos que empleaban blockchain. Con ellos se pretende dotar de mayor transparencia y participación sus procesos en programas de desarrollo o en retos sociales actuales en el panorama español. Fue una muestra más de una larga lista de las aplicaciones posibles de esta tecnología. UNICEF ha comenzado a financiar a start-ups que usen blockchain o el Programa Mundial de Alimentos ha transferido 1,4 millones de dólares a través de la plataforma de criptomonedas Ethereum para financiar bonos de comida a 10.500 refugiados sirios.
Blockchain es una base de datos distribuida que funciona como un gran registro especialmente adecuado para anotar transacciones o datos ordenados en el tiempo que se almacenan de manera segura y sin mediador. La tecnología permite guardar una copia de los datos y detalles de cada transacción en ambos lados de la misma de manera que los bloques de cada operación se enlazan como eslabones de una cadena con la seguridad que no podrán ser borrados o modificados. En todo sistema en el que haya algún tipo de intercambio, la cadena de bloques o blockchain podrá mejorar su transparencia y trazabilidad.
Es lógico preguntarse entonces por qué a esta tecnología se le augura un impacto transformador en sectores como la cooperación al desarrollo, la economía colaborativa o la administración pública, y si podremos usarla de manera innovadora en el contexto español. Jaime Berrocal, experto de IBM en blockchain afirma que “Las relaciones entre personas o entidades en estas plataformas tienen mayor confiabilidad entre las partes. Se evitan los intermediarios y se generan entornos de colaboración antes impensables”. Paul Lamb lo compara con el impacto que tuvo en su día en Internet, mientras con internet se compartía información, con blockchain se intercambia valor.
Uno de los proyectos piloto experimentales lo presentó la oenegé itwillbe, en el que desarrolla un sistema interno donde se puede auditar inmediatamente cualquier transacción de fondos a su organización o pagos realizados en sus proyectos en India. Por seguridad solo los interesados puedan saber quién envía el dinero y quién lo recibe– el cifrado es otra de sus características–. “Todos los participantes, donantes o beneficiarios, están identificados y pueden validar sus transacciones. Esto permite garantizar que el dinero llegue a quien está destinado”, explica Arancha Martínez, fundadora de la organización. Este nuevo nivel de transparencia puede ser especialmente importante en un sector donde según el antiguo secretario de Naciones Unidas Ban Ki-moon declaraba que el 30 % de la ayuda no llegaba a su destino por corrupción o por problemas de rendición de cuentas o transparencia. “Para nosotros es una muestra de confianza que todo el mundo que participa en el proyecto tenga la misma información. Así también la gente puede participar de las mejoras en el impacto”, comentaba Natalia Peiro, secretaria general de Cáritas España.
La trazabilidad permite también muchas otras aplicaciones. Algunas presentadas en Madrid se encontraban en el sector alimentario, buscando mejorar la supervisión de la cadena alimenticia o en el sector farmacéutico, buscando una mejor vigilancia en la producción y distribución de medicinas. Otras experiencias más internacionales abarcan por ejemplo la ayuda a refugiados a través de la identificación o el reconocimiento de sus habilidades profesionales.
Muchos de estos proyectos son aún nuevos y se desarrollan en un mercado que aún necesita más regulación y desarrollo. Para Manuel Hurtado, cofundador de COMGO y exalumno de MIT-Fintech, estas experiencias piloto multiplicarán su impacto cuando además converjan con otras tecnologías de gran crecimiento, como la Inteligencia Artificial, el Internet de las cosas o el big data.
Estas iniciativas innovadoras han sido desarrolladas con la colaboración de ONGD, empresas privadas y otros organismos o fundaciones. Podrían ser un ejemplo más de los llamados círculos virtuosos. Sin embargo, una de las preguntas clave es si la administración pública será capaz de seguir el paso a los nuevos avances en la innovación social. La consultora estratégica Mckinsey ha descrito muchos de los posibles retos sociales que podría afrontar, bien desde una mejor protección de la información personal hasta una gestión de información más coordinada y eficaz entre las diferentes instituciones públicas. Para ello será también necesario una mentalidad abierta y transformadora que nos permita apostar por la transparencia, la trazabilidad de los datos y la mejora en la gestión pública.
Fuente: https://elpais.com