El 23 de abril celebramos el Día del Libro y conmemoramos el cuatrocientos aniversario de la muerte de Miguel de Cervantes. Toledo es una ciudad histórica, literaria, cervantina y lectora. Por ello, como alcaldesa de Toledo, quiero hacer una reflexión y compartirla.
En esta sociedad de la prisa, el libro sigue siendo muy importante y la lectura algo esencial por su carácter cívico, humanizador, y por su capacidad para despertar y desarrollar en nosotros potencialidades individuales que nos mejoran como personas, nos forman como seres humanos y nos hacen madurar como seres sociales.
Creo que el monumento que debemos hacerle al libro se construye no con materiales preciosos, sino con la aportación que cada día hacemos cada uno de nosotros con nuestras lecturas.
La mayor sacudida de nuestro mundo global la estamos viviendo en la actualidad.
La crisis económica parece haber asolado muchos postulados que servían de base a nuestra manera de vivir. Toca trazar un nuevo plan; es el turno de pensar, de hacer balance y de mirar hacia adelante no apuntalando, sino construyendo una nueva realidad. Y ahí está el leer.
Estoy segura de que el progreso de la humanidad depende cada vez más de lo que seamos capaces de preparar en el crisol de las ideas, de la innovación y del descubrimiento, es decir, de la creatividad. Y por creatividad hay que entender el modo de actuación en las personas dirigido a la búsqueda de caminos y soluciones a los problemas. Y en este universo de las ideas está esencialmente la lectura. Por eso considero importante crear tiempo para leer, porque es tiempo para crecer, para solucionar y para encontrar caminos.
La lectura salvaguarda lo humano, asigna a lo real una cierta noción de orden y lo rescata del caos. Por ello, debemos seguir fomentando el hábito de la lectura para el fortalecimiento de nuestra cultura, de nuestra identidad y de nuestra propia naturaleza.
Leer bien supone conocer, relacionar, descubrir, interpretar. La lectura también sale al paso de quienes no se conforman con entretenerse, sino que quieren emocionarse.
Celebramos la lectura, celebramos el libro y festejamos a Cervantes. La mejor manera de reconocer la relevancia de un autor es leerlo. Miguel de Cervantes nos transmite una visión del mundo de su tiempo que podemos compartir hoy. Y su obra contiene en sí misma un monumento: la lengua. Solemos decir que los españoles hablamos la “lengua de Cervantes” y esa lengua es un orgullo del que nos sentimos especialmente satisfechos, pues el habla que refleja nuestro escritor universal en sus libros es el castellano que se hablaba en Toledo en los tiempos del autor del Quijote y de La ilustre fregona.
Los toledanos nos reconocemos legitimados de pertenecer a esa nación que conforman todos los hablantes del español, el territorio sin fronteras de nuestra lengua y nuestra literatura, el territorio de La Mancha, el país de Don Quijote, el país más grande del mundo, según palabras del escritor Carlos Fuentes. Los hombres y mujeres de Toledo, de Castilla-La Mancha, de España y del mundo albergamos un hondo sentimiento de pertenencia a nuestro entorno, a nuestras raíces; pero también sabemos que somos partícipes de un espacio vital que supera, con mucho, las fronteras físicas y políticas del territorio, y que a todos nos confiere un sentir común y un estatuto de ciudadanía único que es la lengua española.
Por todo ello, me gustaría que este Día del Libro, en el que recordamos al más insigne escritor en castellano, vaya más allá de un festejo y un recuerdo y sirva para unir al sentir de nuestra lengua y nuestra literatura el ideario de justicia, dignidad, tolerancia y fraternidad humanas que el propio Cervantes nos ofreció en el Quijote.