En la segunda mitad del siglo XIX algunas grandes ciudades españolas incorporaron a sus plantillas la figura del archivero municipal. No fue un proceso uniforme. Segovia lo hizo en 1854 y Sevilla en 1858. En 1874 se crearon esas plazas en los ayuntamientos de Oviedo y Toledo. Valladolid no lo haría hasta 1905.
Por lo tanto, nuestra ciudad cuenta con un archivero municipal al frente de su patrimonio documental desde hace ya ciento cincuenta años, debido en buena medida al trabajo realizado en su consecución por Luis Rodríguez Miguel, por entonces archivero de la Diputación provincial. Es obvio que antes existieron otros empleados, con cometidos similares pero de más baja cualificación técnica y dependientes de la Secretaría municipal por lo que atendían especialmente a los documentos más recientes y a otras funciones administrativas. En 1874 adquiere el archivo entidad propia, tal y como se indica en el acta de la sesión que comentamos. La corporación municipal destacó en ella la importancia de sus documentos históricos por lo que determinó nombrar a una persona que se dedicara exclusivamente a su atención y servicio.
El designado entonces fue Antonio Bruguera del que solo conocemos que había sido empleado municipal durante más de quince años y que por entonces estaba “cesante”. No existen expedientes personales de los empleados públicos hasta principios del siglo XX por lo que no tenemos información precisa sobre su trayectoria y actividad.
Hasta el año 1900 no se convocará un nuevo concurso, anunciado en La Gaceta de Madrid de 4 de marzo, para la provisión de la plaza de archivero municipal. El designado será José López Pérez Hernández por acuerdo plenario de 23 de abril. Contaba con la ayuda de tres auxiliares, según se recoge en el semanario La Idea de 13 de octubre. No sabemos los años que estuvo en este cargo. A finales de esa década ya la plaza estaba vacante.
Sería sustituido por el toledano Adolfo González Vegue, nombrado archivero municipal en la sesión plenaria de 26 de febrero de 1912. En algunos de sus escritos se intitulaba como “abogado y doctor en Filosofía y Letras. archivero bibliotecario y arqueólogo” del Ayuntamiento de Toledo. Murió el 23 de diciembre de 1933, destacando en la noticia recogida en El Castellano su labor en la promoción de las fiestas de la Semana Santa. El Ayuntamiento optó entonces por nombrar a Francisco de Borja de San Román y Fernández como archivero municipal honorario, labor que desempeñó entre 1934 y 1935.
Acabada la Guerra Civil, el 15 de marzo de 1941 se hizo cargo de este servicio municipal Clemente Palencia Flores. Y lo desempeñó durante treinta y seis años pues se jubiló el 4 de noviembre de 1976. Le sustituyó Esperanza Pedraza Ruiz que fue archivera municipal entre el 30 de diciembre de 1977 y el 5 de enero de 1991, si bien desde el 27 de enero de 1965 ya era auxiliar de Archivo. Desde el 16 de diciembre de 1991 las funciones de archivero municipal son desempeñadas por Mariano García Ruipérez.
Mariano García Ruipérez
Archivero Municipal de Toledo